Sobre el trabajo que hacen los docentes existen muchas versiones. Tenemos aquella que resalta de manera cursi la labor que hacen en las aulas, mostrándolos como una especie de mártires. Existe otra, en la que se les califica de perezosos por lo poco que, supuestamente, trabajan. Y hay una más, donde encontramos que los docentes son una especie de músculo político a la orden de tal o cual agrupación en busca del poder.

 

Incomprendidos, sí que lo son, si tomamos en cuenta que, ante toda esta serie de ideas, existe una realidad irrebatible: el coronavirus puso en evidencia lo difícil de su labor y los problemas que existen entre ellos, alumnos y padres de familia.

 

A lo largo de la edición pasada dimos a conocer cómo se vive el fenómeno de la educación en casa por parte de los padres y alumnos. Hoy, que sean los profesores quienes expliquen cómo se modificó su cotidianidad laboral.  

 

 

Historias del Magisterio

 

Si presentarse en un salón de clases implicaba hacer gala de compromiso y buenas dosis de paciencia, trabajar en casa no mejoró las condiciones en las que los profesores realizan su labor. Quienes no vivimos esa situación podremos imaginarlo, pero, como un ejercicio de empatía, también podemos conocer cuáles son las condiciones que se viven y sobreviven en ello.

 

Aquí algunos testimonios que cierran el escenario que muestra d´interés en el tema de la educación en tiempos del COVID-19.

 

Con las nuevas condiciones de salud y educativas, la carga laboral aumentó, porque demanda una mayor atención individualizada tanto emocional como académicamente para cada alumno, en mi caso son 49 estudiantes.

 

¿Las razones de ello? Se tiene que llevar un seguimiento a cada integrante del grupo; atender a padres de familia, lidiar con la conexión a internet, hacer uso de diferentes plataformas para comunicarse, checar cada trabajo que envían los alumnos y hacer devoluciones para la mejora, además de cumplir con conferencias, planeaciones, cursos, etc., que son parte de la escuela, preparar rúbricas, presentaciones, videos, aulas virtuales, etc., para dar las clases.

 

Pero, sobre todo, hay que tomar en cuenta el proceso de adaptación a una nueva forma de trabajo que nos incluye tanto a los profesores, padres de familia y alumnos. 

 

A corto y mediano plazo, me parece que este fenómeno tendrá distintas repercusiones en la educación.

 

En lo positivo avanzaremos en nuevas formas de comunicación, uso de herramientas tecnológicas o digitales, adquisición de conocimientos, alumnos interconectados a nivel mundial, acceso al conocimiento y formación de personas más críticas, siempre y cuando se les apoye en este rubro.

 

En lo negativo nos estaremos alejando en lo humano tal vez; provocando nuevas enfermedades como la obesidad y el estrés, por estar mucho tiempo frente a una pantalla; además de daños a la visión, aunado a que, si en casa no hay límites en el uso de la tecnología, nuestros estudiantes pueden estar en peligro de acoso sexual, bullying, adicción a juegos, que provocarán la pérdida de asombro e interés en el aprendizaje. 

 

También se debe tener muy en cuenta que no todos tienen las mismas oportunidades. 

En la dinámica magisterial, como compañeros en la institución donde laboramos, existe un compromiso a trabajar con mucho profesionalismo para ayudar a la formación de los niños, niñas y adolescentes a nuestro cargo, aunque también hay cansancio y a veces estrés. Desde mi punto de vista particular, considero que la situación nos ha llevado a nuevas organizaciones de tiempo y maneras de trabajo con los alumnos.

 

En ocasiones es complicado laborar con algunos padres de familia; depende de los contextos y las personas, en mi caso la mayoría ha respondido favorable y comprometidamente. Todos los padres destinaron un espacio en su casa específico para trabajar, han buscado la manera de conectarse a las sesiones virtuales, ya que del 98 al 100% de grupo asiste diariamente por la mañana y están pendientes de la entrega de trabajos en las plataformas digitales. Aunque la mayoría trabaja, se organizan para que los alumnos (sus hijos) cumplan sus deberes y estén bien. 

 

 Habida cuenta de que este fenómeno se extenderá, por lo menos, hasta final de año, podemos mejorar de distintas formas, organizando tiempos, teniendo una comunicación diaria y empática con mi grupo de alumnos y continuar haciendo un trabajo colaborativo con los padres de familia. 

 

Hay que aceptar que las cosas están cambiando y por ello los modelos educativos también. Aunque la situación es complicada tenemos que sacar provecho de ella, para fortalecernos como personas.

 

 

-Docente en la escuela Primaria Anexa a la Normal de Atlacomulco

 

 

 

A raíz de esta pandemia y las decisiones de nuestra Secretaría de Educación, la carga laboral de los docentes ha aumentado en demasía en todos los aspectos. Dicho de otro modo: “los docentes hemos dejado de tener horario laboral”. 

 

Hablaré desde las características de mi labor apegadas al contexto en el que trabajo. Recordemos, antes que nada, que nuestro país es sumamente diverso y no podemos juzgar la labor docente desde un sólo punto de vista.

 

Trabajar a distancia implica para los maestros, preparar insumos digitales, que dicho sea de paso, llevan bastante tiempo; además de material que apoye el logro de los aprendizajes en nuestro afán de atender diferentes canales de aprendizaje, porque hay que tratar de subsanar de diferentes maneras la carencia del trabajo presencial que en niños de primaria es fundamental; en especial con los niños de primero que aún no tienen un pensamiento abstracto y están en un proceso de desarrollo dentro de en una etapa pre operacional.

 

El trabajo a distancia, no sólo es el tiempo frente a la cámara con los niños en una reunión virtual (en los casos en que las condiciones lo permiten). Un maestro invierte su tiempo de muchas maneras más: planea haciendo adecuación de actividades que respondan a la diversidad de cada familia; se hacen adecuaciones acordes a los horarios de (los) padres de familia, insumos e incluso buscando adaptarnos a las dinámicas organizacionales y problemas en cada núcleo familiar. Se hacen revisiones y devoluciones de trabajos en diferentes plataformas (según la accesibilidad de los padres de familia), ya sea por Classroom o WhatsApp y se atienden infinidad de dudas; entre otras acciones de acompañamiento a distancia.

 

El hecho de que los niños puedan hacer uso de plataformas digitales que antes no conocían, implica enseñar también a los adultos para que aprendan a manejar sus dispositivos y respectivas aplicaciones. Nosotros no podemos negar el apoyo a quien lo solicita en distintos horarios, pues de esto, nadie es culpable. Por lo tanto, el tratar de normar un horario es prácticamente imposible. Esta situación, muchas veces lleva la vida personal del docente a un segundo plano.

 

Somos desafortunadamente etiquetados de forma generalizada como flojos y se atreven a decir que cobramos sin hacer nada o que nuestro sueldo lo deberían de cobrar los padres de familia. Tristemente, es muy común escuchar ese tipo de comentarios. La gente no sabe que, además, sin importar si es sábado o domingo, si es de día o de noche, nuestras autoridades nos solicitan trabajos: llenado de formularios, estadísticas de atención, cursos en línea, conferencias, reportes, entre otros. Ojalá la sociedad fuera más respetuosa y prudente con sus comentarios. Pero también comprendo que nuestra sociedad sólo se conduce en respuesta a una forma de educación fallida y cada vez más carente de valores.

 

En definitiva, esta situación tiene y tendrá un impacto negativo en el nivel académico de los estudiantes. La brecha entre los aprendizajes esperados y los logros reales será más grande y los grupos de alumnos serán cada vez más heterogéneos. 

 

Por muchos esfuerzos que hagamos los maestros y padres de familia, las condiciones actuales no son propicias para lograr aprendizajes reales. La salud emocional es básica para poder aprender y muchas veces no se tiene. Y está de más quizá, aclarar por qué. Esta situación ha llevado a muchas familias a estar en problemas económicos muy fuertes, sin contar el estrés que les implica transformar toda una forma de vida intentando responder de la mejor manera a las necesidades educativas de sus hijos mientras que la situación económica y laboral no se los permite. Eso sin contar que un padre de familia no tiene la pedagogía ni la didáctica necesaria para saber cuándo y cómo intervenir para lograr un aprendizaje, e incluso que hay padres de familia que no recuerdan aquellos contenidos con lo que se supone que deberían apoyar a sus hijos. Todo esto, en combinación con las personalidades y características individuales se convierte en una bomba de tiempo, de la que además los docentes debemos estar al pendiente para visualizar cualquier posible detonante de violencia.

 

La voluntad docente ayuda, pero no basta. Y en muchos casos habría que preguntarse si ésta se tiene, o si se tiene, ¿a qué costo?... porque también los docentes somos humanos y con voluntad no se evita el estrés ni se terminan nuestras responsabilidades domésticas y familiares. ¿Alguien ha pensado acaso en cómo es la vida de esos maestros a quienes la sociedad cada vez más exige? Se habla de los héroes que usan bata, pero la sociedad no reconoce a los héroes de pizarrón. Todo depende del cristal con que se mire y desafortunadamente la desvalorización del magisterio ha llevado a la sociedad a no vernos ni siquiera como profesionales de la educación. Y no dudo que ahora mismo, quien lea estas líneas, pueda burlarse de mis palabras, pero eso demuestra no más que el desconocimiento de la labor y vida docente, aunado a la frustración social producida por las sabidas carencias de todo un sistema educativo que pocos identifican con certeza y juicio crítico.

 

Ahora tendremos alumnos con más saberes tecnológicos, algunos quizá con más independencia para trabajar. En algunos niveles, tal vez logremos formar alumnos más apegados a una conducta autodidacta, quizá fortalecidos emocionalmente. Es muy aventurado tratar de generalizar, porque en cada hogar se gesta una historia diferente y quizá tendremos, en contraparte, alumnos con más rezago, desgastados emocionalmente, e incluso alumnos que, en algunos sitios, hayan tenido que desertar.

 

Agradezco la oportunidad de ser de este modo, porta voz de mis compañeros de escuela, de quienes me atrevo a asegurar que nuestro punto de vista no difiere en mucho.

 

Ésta no es en lo absoluto una estrategia que atienda los distintos niveles de desarrollo cognitivo de los alumnos. Las capacidades diferenciadas de los alumnos, demandan que no se puede enseñar de la misma forma a un niño de preescolar o de primero de primaria con un nivel cognitivo pre operacional, a un alumno de primaria que puede resolver operaciones concretas o a un estudiante de bachillerato que ya puede entender operaciones abstractas.  Por ello, según la edad, en el salón de clase se utilizan diferentes recursos y materiales para aprender tocando, palpando, jugando, o según corresponda a cada necesidad. ¿Cómo pretendemos entonces que viendo la televisión los alumnos puedan aprender del mismo modo? ¿Cómo pretendemos que los alumnos aprendan detrás de una cámara cuando incluso la señal de internet o la dificultad en el manejo de decenas de micrófonos, obstaculiza la audición?

 

Los docentes estamos preocupados y estresados, cansados y económicamente limitados. Hacemos lo que en nuestras manos está para hacer nuestro trabajo lo mejor que podemos sin recibir la justa remuneración económica. Muchas veces incluso nos vemos obligados a pasar a segundo término a nuestras propias familias. Y nadie (o al menos muy pocos) son conscientes de nuestros esfuerzos. Hemos tenido que transformar nuestras casas en aulas, pagamos servicios para ayudar a los demás, buscamos soluciones y hemos expuesto al público nuestra privacidad. Ya no somos libres ni de mandar un mensaje a un familiar o un amigo sin que los padres nos bombardeen al vernos en línea. Estamos expuestos a ser criticados, exhibiendo nuestra vida personal. Muchos hemos comprado insumos, obviamente con nuestros propios recursos. Nadie nos paga el Internet, el pizarrón que compramos para poner en casa (y que barato no es), etc.

 

Esto es cuestión de voluntad y vocación docente si queremos hacer la diferencia. Se ha hablado de doctores que compran cubrebocas para desempeñar su trabajo, pero nadie habla de todo lo que los docentes compramos para desempeñar el nuestro. ¿Y por qué? Quizá porque nuestra labor no se considera prioritaria. Pero debería.

 

No es pues “Aprende en casa” la mejor estrategia, no es pues “Educación en línea” la mejor estrategia, la mejor estrategia es la convicción, voluntad, consciencia y trabajo colaborativo. Los esfuerzos son y serán grandes y no se equiparán con los resultados, pero llenan de satisfacción, pues sabemos que, a pesar de toda adversidad, no hemos desistido.

 

Trabajar a distancia es desgastante y estresante. Ha dejado a todas luces evidenciado el limitado nivel de comprensión lectora de padres y tutores cuando los mensajes no se comprenden aun cuando la información sea clara y precisa.

 

 

Ahora estamos frente a una educación dependiente. En esa dependencia que se tiene con el internet y los dispositivos electrónicos para sostener comunicación con los padres de familia, los docentes hemos buscado alternativas y abierto distintos caminos para mejorarla: nos comunicamos por video llamadas, damos información en reuniones virtuales, utilizamos mensajes de WhatsApp, llamadas telefónicas, auxiliares visuales con presentaciones, notas de voz, entre otros recursos que la tecnología ofrece. Y a pesar de todo eso, aun así, a veces la información no se comprende. Es ahí cuando la desesperación llega y nos damos cuenta que tenemos el doble de alumnos: nuestros niños y sus papás.

 

A pesar de que los maestros damos explicaciones y repetimos información de diversas formas, nunca falta quien entendió mal o no entendió nada y nos culpa de no saber explicar o de no hacer nuestro trabajo. No daré ejemplos concretos, porque la vida laboral con mis padres de familia merece respeto y discreción. Sólo hablo de esta situación de comunicación que es un común denominador y ante la cual urge tener mejoras educativas.

 

Trabajar a distancia también evidencia la falta de respeto a las normas mínimas para desarrollar un trabajo virtual. Antes me preocupaba por enseñar a mis alumnos habilidades, actitudes y valores dentro de la escuela; ahora he de preocuparme también por las actitudes de los adultos que impactan en la educación de sus hijos y que a veces quedan evidenciados delante de todos por no respetar la norma de silenciar su micrófono cuando no es necesario activarlo (y esto sucede en todos los niveles). Y es que ahora estamos tratando de educar desde el hogar.

 

 ¿Cómo podría mejorar esta situación que vivimos cotidianamente? Debemos seguir enseñando sin desistir, educar a nuestros padres de familia y niños, tener un excelente autocontrol, cuidar nuestra salud emocional, buscar un equilibrio, pedir la revalorización del magisterio desde el ejemplo y esfuerzo constante, obviamente sin esperar nada a cambio.

 

 

-Docente en la escuela Primaria Anexa a la Normal de Atlacomulco

 

Durante el comienzo de la pandemia y hasta hoy, ha aumentado nuestro trabajo.  Yo soy coordinadora de Educación Física, y tengo dos sectores a cargo, son 8 secundarias en Atlacomulco con 3 zonas, 29 escuelas, 3 asesores técnicos, 1 de beca comisión; por lo cual yo cubro la zona, aparte de coordinar a los otros 2, y preescolar en Jilotepec con 7 asesores, 8 zonas y también cubro yo porque no hay asesor técnico pedagógico.

 

Actualmente, tengo que entrar con los 10 asesores técnicos pedagógicos a sus talleres y el Consejo Técnico Escolar, por lo cual hay días que entro desde las 8 de la mañana y termino hasta las 8 de la noche, por los turnos vespertinos

 

En el corto y mediano plazo tendremos una generación de jóvenes con serias faltas de aprendizajes, por ejemplo, los que están en tercero aun trabajan con el programa 2011, mientras que primero y segundo de secundaria con el (de) 2017.  De por sí está este desfase y ahora con esto, quedarán cosas NO aprendidas.

 

También habrá aspectos positivos, porque los docentes tuvieron que entrar a la tecnología y a cursos de actualización

 

Al interior de nuestra dinámica magisterial, estamos desconcertados los maestros de Educación Física porque el secretario de Educación creó una asignatura que era parte de la currícula de esta materia y no nos tomó en cuenta en estos cambios, en secundarias ni siquiera se consideró para pasarlo en la TV.

 

Siento que los profesores estamos todos molestos porque no nos dieron a conocer de forma oficial cómo trabajaríamos estos 15 días. y por poner a deportistas a dar rutinas de ejercicios donde Paola (Espinosa), por ejemplo, da una de estiramientos fuertes, sin calentamiento, los niños se pueden lesionar.  Otra molestia es que, en lugar de quitar a la clase de Educación Física, Vida Saludable, no amplió las sesiones de Educación Física., lo cual genera muchísima incertidumbre.

 

Es muy complicado laborar en estas condiciones con padres de familia, ya que muchos tienen situaciones económicas complicadas y no tienen ni radio, no respetan horario laboral y el docente recibe hasta a deshoras las evidencias, causando estrés en el docente. Otro problema es que, a veces, saturan el celular del docente.

 

Con la finalidad de manejar esta situación lo mejor posible, se pusieron reglas para la utilización de WhatsApp a los padres de familia, no se pedirá evidencia diariamente, en lo posible hasta el regreso, se solicitó al sindicato y a las autoridades educativas que respeten los horarios laborales para que el docente no se estrese y, por último, se buscan actividades con materiales que estén en casa y que puedan realizar los alumnos.

 

-Mtra. María Teresa Flores Rivera, Coord. de Educación Física de la Región No. 13 Nivel Preescolar y Secundaria

 

Antes de cerrar esta puerta

 

Quizá, con lo que se ha dado a conocer en este trabajo, sea posible mejorar la forma en que se coordinan todos los días padres, maestros y alumnos.  No estamos hablando de una mejora total, por supuesto; ni de soluciones mágicas para algo que nos involucra a todos.

 

Es, más bien, un asunto de reconocer y asumir que en el programa “Aprende en Casa” hay una mezcla de necesidad, frustración, deseos por superar esta etapa y, como cosa relevante, el compromiso a toda prueba que muchas personas, justo en este momento, están demostrando. 

 

Para todas ellas, de corazón, nuestro más profundo respeto.