Septiembre es un mes especial para Atlacomulco. Como en el resto del país, aquí existe un espacio para la celebración de las fiestas patrias; pero no es lo único a destacar. 

 

Las festividades patronales se suman a este tiempo y convocan a no pocas personas, ya que en ellas se reúnen tanto atlacomulquenses como visitantes, con toda la dinámica socioeconómica que el caso representa.

 

Sin embargo, este año 2020 es del todo atípico. 

 

La llegada de una pandemia influyó en nuestro modo de vida y costumbres. En nuestros hábitos y decisiones. Por ello, no es de extrañar que la festividad en honor al Señor del Huerto sea suspendida en su carácter masivo.

 

No es de extrañar, pero tampoco deja de ser un hecho que afecta en distintas –y hasta contradictorias- vertientes.

 

Histórico -pero no como quisiéramos- 2020

 

Hay flores y confeti; una multitud de rezos y la devoción por las calles. Cada tercer viernes de septiembre, sabemos que ocurre algo especial; es la fecha en que la imagen del Señor del Huerto recorre varias calles de la cabecera municipal durante su traslado de su Santuario hacia la Catedral de Atlacomulco.

 

Se puede tener fe en ello o no. Pese a que es una festividad eminentemente católica, no necesariamente se debe compartir esa creencia para volverse parte de un fenómeno que da identidad a nuestro municipio.

 

Pero este año no ocurrirá así.

 

La cifra de contagios, muertos y riesgos derivados del coronavirus pone pausa a una festividad que, por lo menos, tiene un siglo desarrollándose en Atlacomulco. Algo que va más allá de lo estrictamente religioso. 

 

En la Fiesta del Señor del Huerto, se mezclan lo sacro y lo profano, la devoción genuina y el nada celestial amor al dinero, a la comida y a los placeres del cuerpo. Y esto es algo que se vive desde hace mucho tiempo, tal como lo menciona el Profr. Antonio Corral Castañeda en su libro “El Santuario del Señor del Huerto 1810-2010 Bicentenario de su Construcción”, donde asevera que desde 1852 ésta se convirtió en la fiesta titular de Atlacomulco.   

 

 

Todo ello tendrá que esperar, probablemente, hasta el 2021; porque las autoridades religiosas y civiles determinaron que en esta ocasión no se realizará esta festividad como se lleva a cabo año con año.

 

No habrá peregrinaje trasladando a las diferentes imágenes de las comunidades hacia el Santuario del Señor del Huerto, no habrá procesión masiva durante el traslado del santo patrono de Atlacomulco, y mucho menos se instalará la feria del pueblo.

 

¿Qué les queda a los feligreses?

 

La tecnología, como ya se ha vuelto costumbre, ofrece soluciones. Paliativos, si es que lo queremos ver así.

 

A través de Facebook, las autoridades religiosas transmitirán las principales actividades de las celebraciones religiosas, acorde a los horarios establecidos, incluyendo aquella que se considera la más importante a nivel popular: la entrada del Señor del Huerto a la Catedral de Atlacomulco, el próximo 18 de septiembre a las 7 de la tarde.

 

Pero el fenómeno que se desprende de todo esto que hemos estado abordando, es mucho más profundo, con daños colaterales que –desafortunadamente- nos van a involucrar a todos los que habitamos en Atlacomulco y a quienes nos visitan durante estas fechas.

 

En el planeta COVID-19, las nuevas condiciones irremediablemente nos involucran a todos.

 

Ingresos que no hemos de ver

 

Hace un año, el actual ayuntamiento tomó una de las decisiones que mayor controversia han causado. Desde su perspectiva, volver a colocar la feria del pueblo en el centro de la ciudad era una acción afortunada, habida cuenta de que, pensaban, eso generaría mayor derrama económica para los comerciantes establecidos.

 

Por supuesto, hubo quienes se opusieron a ello y –con argumentos irrebatibles- demostraron que ni en materia social, ni de salubridad, ni de movilidad, y mucho menos en el rubro económico, era una decisión positiva.

 

Pues bien, el COVID-19 terminó por liquidar este dilema durante el 2020. En el tema de la feria, ya no hubo necesidad de debatir si se colocaba en el centro o en la Plaza Roja. En términos populares, y tal como lo menciona el refrán, la feria no fue “ni para Dios ni para el diablo”.

 

Desafortunadamente el asunto va mucho más allá de lo anecdótico, porque las pérdidas económicas son algo que desde este momento ya se pueden contar. De acuerdo a las estimaciones que la dirección de Desarrollo Económico emitió con respecto a la feria del 2019, podemos plantear el escenario de pérdidas de este año

 

Según lo proyectado por dicha dependencia, tenemos que por el uso comercial en la  Alameda Central para la colocación de puestos se esperaba un ingreso de 100 mil pesos, cantidad que, por supuesto, le reportaba mayores ganancias  al concesionario del lugar cuando repartía los espacios entre comerciantes interesados en colocarse ahí.

 

Ahora bien, con respecto a los puestos que se colocaron en el centro de Atlacomulco, el metro lineal se vendió en mil 500 pesos a los comerciantes.  Relacionado con estos últimos, se estima que alrededor de 800 se colocaron durante el tiempo en que se estableció la feria del 2019.

 

El resultad de ello, entonces, es que, por lo menos, un millón 200 mil pesos no ingresarán este año del 2020 a la Tesorería municipal por ese concepto.

 

Pero no es todo, porque falta sumar la percepción que habrá de dejar de sumarse gracias a los comercios que se suelen colocar en la Plaza Roja, misma que no es de despreciar, porque en el sitio es común que se ubiquen juegos mecánicos y el escenario de bailes populares.

 

De este modo, la dirección de Desarrollo Económico estableció que durante el 2019 se recaudarían otros cien mil pesos por la colocación de puestos en la colonia Las Fuentes.

 

Como resultado tenemos que, en total, las pérdidas económicas para el ayuntamiento local serán de, por lo menos, un millón 400 mil pesos que no habrán de recaudarse como ingresos propios durante este mes de septiembre.

 

Y en Economía poblacional, el desastre

 

Antiguas de siglos, las fiestas patronales tienen dos cualidades bastante evidentes: en principio delimitan la exclusividad geográfica (de ahí que exista una fiesta de Santiago Acutzilapan, otra de San Lorenzo Tlacotepec, una más de La Ascensión, y así con cualquier otra colonia o comunidad en cualquier municipio), para, en segundo término, generar un sentido de identidad.

 

Ligadas directamente con un fuerte sentimiento religioso católico, las fiestas patronales tienen una segunda derivación en las ferias del pueblo, donde existen opciones que no necesariamente se ligan a los valores católicos, ni tienen por qué estarlo.

 

Por ello es que en una fiesta municipal lo mismo hay juegos para niños que venta de alcohol. De igual modo podemos encontrar en ellas la devoción y el desenfreno, la música y el silencio de la iglesia, el juramento de amistades eternas y el cese de toda relación entre las personas; porque todo ello está relacionado con la dinámica humana.

 

No obstante, algo que no puede faltar en cualquier feria es la práctica del comercio y las múltiples formas que esto tiene. Por ello es que una multitud de familias ha hecho de esta actividad su modo de vida. A ellos se les conoce como “ferieros”.

 

Pues bien, el 2020 ha sido un año difícil para quienes practican esta actividad en Atlacomulco, ya que, durante esta festividad del Señor del Huerto, y a lo largo de este año que nos queda por vivir, saben que se han cancelado todas las actividades que les generaban un ingreso fijo.

 

Hablando de datos concretos, la dirección de Desarrollo Económico ha realizado un cálculo aproximado de cuántas personas suelen acudir a Atlacomulco durante los días que está vigente la fiesta patronal. Según su computo interno, se calcula que son entre 15 y 20 mil personas las que acuden a divertirse en ella, ya sean habitantes locales o visitantes de otros municipios o estados. 

 

Lo demás es simple matemática que nos arroja dos resultados distintos.

 

Líneas arriba se mencionaba que son alrededor de 800 comerciantes los que acuden cada año a la fiesta de Atlacomulco para la venta de sus productos o servicios. Cada uno de ellos, durante las 2 semanas en las que se extiende esta festividad, esperaba contar con ganancias que van de los 8 a 10 mil pesos. 

 

Esto nos da como resultado que alrededor de 7 millones de pesos se estiman como pérdidas para este sector social, sólo en lo que es la segunda mitad de septiembre, con las consecuentes pérdidas de empleos, baja en el poder adquisitivo y un panorama incierto durante el resto del año para las familias que viven de ello.

 

Ahora bien, si tomamos como punto de partida para este cálculo el número de visitantes a la feria, que, como se dijo anteriormente, rondan los 20 mil; y si suponemos que cada uno de ellos, en promedio, gasta 500 pesos (obviamente hay quienes invierten menos o mucho más); tenemos que son 10 millones de pesos los que dejan de circular.

 

Mediando entre ambos escenarios, obtenemos que son alrededor de 8 millones y medio de pesos los que generará como pérdida la cancelación de la feria del pueblo. A esto sumemos que también se ha cancelado la festividad del Grito de Independencia, que, de suyo, también tiene una gran carga económica. 

 

 

Hay otro dato que es necesario consignar.  

 

Puede que sirva de consuelo o puede que no; pero habida cuenta de las condiciones socioeconómicas, baja de ingresos y pérdida de empleos que esta pandemia ha dejado, también es verdad que, muy probablemente, los recursos que aquí se manejan fueran mucho menores durante los días de fiesta.

 

Eso, también es verdad.

 

Viendo el lado positivo…

 

Algo que nos caracteriza a todos los seres humanos es el rescatar -o al menos tratar-  lo mejor del momento cuando las condiciones se modifican y son adversas. Distintas etapas históricas dan fe de ello.

 

En nuestro caso particular, aquí en Atlacomulco podemos enumerar algunas de las cuestiones que, si bien no sirven de consuelo luego del panorama que hemos observado, al menos nos representan aspectos positivos dentro de este lapso de tiempo.

 

¿Qué cuáles son esos aspectos?

 

Habida cuenta de lo que ocurrió el año pasado, al menos durante este 2020 no tuvimos el debate de poner o no la feria del pueblo en el centro de esta ciudad, y eso, ya de entrada, es algo benéfico para vecinos, personal de limpia, conductores y comerciantes establecidos en locales.

 

No fueron pocas las quejas que, en septiembre del 2019, emitieron quienes viven en las calles donde se establecieron los puestos y atracciones. La molestia recurrente era el bloqueo de entradas, uso de calles como sanitarios y escándalo toda la noche.

 

El personal de limpia, al menos por este año, no tendrá que cargar con las toneladas (sí, toneladas) de basura que suelen dejar quienes festejan todos los días durante dos semanas, sobrecargándose de trabajo durante la presentación de grupos populares. ¿O acaso alguien olvida cómo quedó tapizada de desperdicios la plazoleta durante el año pasado?

 

A los conductores, por su parte, no se les coartará su libertad de tránsito con motivo de la fiesta. Sí, es verdad que, al día de hoy, la Av. Isidro Fabela se encuentra cerrada en el tramo que va de Emiliano Zapata a Alfredo del Mazo; pero, si rememoramos lo ocurrido en el 2019, el corte vial fue mucho más brutal, cerrando, además, Fermín J. Villaloz, Antonio Vélez, Porfirio Alcántara, Juan N. Resendíz y Julián González.

 

Y, por último, no nos engañemos, los comerciantes establecidos también salieron beneficiados con que no se colocara la feria del pueblo en el centro de Atlacomulco; teniendo en cuenta que los cierres de circulación afectan sus procesos de carga y descarga, algunos giros que se establecen en la feria les afectan directamente en sus actividades (como la venta de pan, por ejemplo) y, el hecho de aglomerar más gente en el centro no necesariamente les garantiza mayores ventas.  

 

Hay un hecho más a considerar. El más relevante de todos, por supuesto. El evitar aglomeraciones de gente tiene como finalidad que los casos positivos por COVID-19 en Atlacomulco no se disparen, suceso que toma una dimensión especial si tomamos en cuenta que este municipio es el que mayores casos tiene en el norte estatal; rozando los 500 positivos al momento de redactar estas líneas.

 

Así, tenemos que este septiembre es algo que debemos considerar como un momento para replantear nuestras diversiones y devociones. Algo que nos dará –ya lo está haciendo- un nuevo sentido en las relaciones sociales y los valores que de ellas tenemos.

 

Es un septiembre distinto, pero no por ello será menos trascendental. Y eso lo veremos en el corto plazo.